miércoles, 4 de marzo de 2015

Historia de la hípica

El origen de las carreras asciende a la más remota antigüedad. Fueron el objeto principal de las fiestas de Grecia y cantadas por sus poetas. La fábula de los centauros parece probar que ciertos pueblos de este país, particularmente los tesábanos, habían adquirido desde muy temprano una grande habilidad en el arte de la equitación. Varios pasajes de Homero, de Píndaro y de Sófocles, atestiguan que las carreras de caballos estaban ya muy en boga cuando fueron introducidas en los juegos olímpicos, hacia la olimpiada 85. De la Grecia pasó el gusto de estos ejercicios a los romanos quienes los hicieron entrar en sus festejos públicos. La carrera consistía en dar siete veces la vuelta al circo; los caballos iban atados a carros ligeros y encontraban en cierto paraje del tránsito límites colocados de tal manera, que sin una destreza infinita de parte del conductor, el carro podía hacerse pedazos. Muchas veces se inmolaba al dios Marte el caballo vencedor, y su propietario recibía en cambio otros caballos, coronas de oro, de plata, vestidos...
Las brillantes luchas del hipódromo en Roma, fueron trasladadas a las orillas del Bósforo pero la importancia que algunos emperadores dieron con frecuencia a esta institución, fue tal vez una de las causas que contribuyeron a la caída del imperio romano.
Durante la edad media, las carreras de caballos cayeron en un profundo olvido; no reaparecieron en parte, sino en la época de los torneos y de las fiestas caballerescas, de las que tanto tiempo se mostró tan pródiga la Europa medieval.
En nuestros días a los ingleses se les debe la resurrección de las carreras, pero bajo un punto de vista diferente al de los antiguos. Para éstos dichos juegos no eran más que un medio de desarrollar el valor, la fuerza, la destreza, y la agilidad de los luchadores y de los guerreros; para los modernos se considera como un medio de mejorar la especie caballar así como un medio de diversión.

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